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Hasta que la hipoteca no nos separe

Firmar una hipoteca te ata más que firmar el contrato matrimonial

Firmar una hipoteca te ata más que firmar el contrato matrimonial

Cada vez son más las parejas que se quieren separar o divorciar y deciden seguir aguantándose como compañeros de piso, con tal de no tener que escoger otro camino que aún les mola menos: el de la ejecución hipotecaria por no pagar o el de tener que pagar la hipoteca del piso que se tenía en común, además de un alquiler o volviendo a casa de los padres.

Hay gente que prefiere seguir aguantando a su pareja hasta que escampe la crisis y hay otros que se separan pero siguen viviendo juntos.

Lo que no consiguen los cursos matrimoniales, la sociedad o la Iglesia, lo están consiguiendo las hipotecas. En España ha bajado considerablemente el número de divorcios, porque la gente prefiere tener una vida medianamente aceptable en el terreno económico, que al menos les permita sobrevivir, antes que tener una mierda de vida con una mierda de ingresos para pagar más cosas que cuando se vivía en pareja.

En este caso, el banco sigue pillando la pasta que le pagamos religiosamente. En el caso de la gente que se separa y sigue durmiendo incluso en la misma cama, el banco sale perdiendo porque esta gente lo hace para evitar que, al dejar de pagar la hipoteca, les embarguen el piso.

Y es que el Código Civil protege los bienes de un divorciado con deudas, porque entiende que tiene que mantener a su ex pareja, así que se declara insolvente y el piso no se embarga. Una trampilla legal, jeje. La necesidad agudiza el ingenio. Viva la picaresca española, olé, tan tradicional como la tortilla de patatas.

Está visto que firmar una hipoteca es atarse para toda la vida. Y además es una doble atadura: por un lado al banco y por otro a tu pareja. ¿Quién da más?

Si antiguamente lo hubieran sabido, no hubieran coaccionado a tantas parejas a casarse por la embarazosa situación de haberse quedado embarazos, directamente les hubieran llevado a una sucursal bancaria a pedir un crédito y firmarlo.

No, si al final lo moderno será celebrar una boda hipotecaria, con el notario como ministro y maestro de ceremonias, dando el sí quiero al banco y a tu pareja, y con los padrinos como avalistas. Invitas a la gente a que lo vea, luego les invitas a comer y matas dos pájaros de un tiro porque al mismo tiempo celebras que te casas con tu amorcito y que te han dado una hipoteca. ¡Vivan los endeudados, digo… Vivan los novios!