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Hasta que la hipoteca nos separe

Nos pasamos la vida esposados al banco

Al firmar una hipoteca, nos (d)esposamos al banco casi de por vida

Quien con bancos se acuesta, endeudado se levanta. Pero, ojo, te casas con el banco y te separas también con el banco.

Te cases por el rito que te cases, asín como si te arrejuntas, tienes que saber que el Tribunal Supremo ha dictado sentencia para que una pareja que se ha divorciado siga pagando la hipoteca al  50%.

La Audiencia Provincial de Valencia había dicho que el hombre, como tiene más posibles, debía pagar un 80% de la hipoteca como parte de la pensión alimenticia. Ahora, el Tribunal Supremo ha dicho que no, que la hipoteca es “una deuda de la sociedad de gananciales, y no una carga del matrimonio”.

Desde que empezó la crisis, la gente se lo piensa dos veces antes de separarse por no tener que decidir qué pasa con la hipoteca cuando el amor se gastó de tanto usarlo.

Tanto si al final te separas como si no, toma nota porque el saber no ocupa lugar, nunca se sabe y esta sentencia tiene vocación de ser lo que se hará a partir de ahora, ya que las diferentes audiencias provinciales no se ponían de acuerdo y había sentencias dispares en torno a este mismo tema.

Que lo que ha unido Dios, el juzgao o el rito de Bali, no lo separe la hipoteca es el lema. Esto demuestra que el vínculo más fuerte no es el que se tiene con la pareja: ni amor, ni sexo, ni unión espiritual y eterna… El vínculo más fuerte es el del banco, a veces te acompaña al Más Allá y siempre, siempre, sobrevive a cualquier cosa que te pase en la vida: hijos, paro, divorcio, muerte, bancarrota, etc.

¿Alguien lo piensa cuando firma la hipoteca? Preparamos la boda y la casa con amor y estrés, dándole importancia, pero no preparamos la hipoteca ni nos preparamos nosotros con la misma atención, y más nos valdría empollarnos en uno de los asuntos más importantes de toda nuestra vida.

Estudias una carrera sin salidas, da igual, luego curras de otra cosa. Te casaste con quien luego no te gusta, da igual, te separas. Te teñiste el pelo de morado y ya no está de moda, da igual, te lo cambias de color y arreglado. Te compraste un piso mediante hipoteca bancaria. Errrrrm: ¡¡Error!! ¡¡Error!! O terminas de pagar o se acabó la partida con un game over del tamaño de King Kong.

Te pase lo que te pase, la hipoteca permanece. Es lo único que compite con el amor de una madre -incondicional- y un diamante -que es para siempre-.

Tenemos miedo al compromiso y lo evitamos, pero luego firmamos una hipoteca, sin ni siquiera tener claras todas las cláusulas ni consecuencias. Nos importa que nos la den y listo. ¿Surrealista, verdad? Es como si no percibiéramos el peligro real.

Es verdad que los bancos, avaros, oscuros y nada informativos, contribuyen muchísimo a todo esto. Como enseguida te dan las llaves y luego pagas poco a poco, crees que nunca pasará nada. Pero, ah, colega, tenlo en cuenta: si te separas, siempre te quedará la hipoteca.

¡Si lo hubiera sabido Humprey Bogart, cambiaría el diálogo en su Casa-blanca! ¿Para qué añorar París teniendo en común una bonita hipoteca?

Recuérdalo: bancos e hipotecados, esposados de por vida.